El domo.
Poderosas son las centellas que galopan en los ajetreados, tensos, contorsionados movimientos de motoras expresiones.
Inhóspito, difuso, confuso, homogéneo, el beneplácito esta a la orden del día, el paganismo se revuelca y se alimenta del avaro.
En carencia de credos, exacerbación de espiritualidad docente que subyuga los sentidos del oyente, vocablos confabulados en las galimatías de las estructuras, profusas comprensiones de extrapolaciones monopólicas, reformas contemporáneas, arcaicos enfrentamientos, inocentes desfigurados en la sinvergüenza de la profiláctica jerarquización de la sociedad de consumadores.
Agonías incandescentes que destellan montes de tensos nervios de acero, que en carencia de lubricación reflejan las ajetreadas contorsiones de los movimientos de motoras expresiones.
Implosiva atmosfera de letargos transfigurados en el sigilo de las tinieblas.
Corroída la rapiña, suspiro en el alivio de la abogacía.
Hondura pronunciada en el suspiro del viento, susurros que pronuncian la hondura de la espiración al viento.
Caluroso manto que aseguras el regazo de los suspiros entre la colosal y árida habitad de segregadas rapiñas.
Relegada carroña que al margen de la universalidad global experimentan las tenues sensaciones de lo arcaico y lo inhóspito de las promesas de la imaginación de las nuevas tecnologías promulgando su naturaleza de identidad.
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